Te pasas la vida fotografiando, a veces porque te pagan por ello, otras porque lo disfrutas. En la mayoría de las ocasiones, es verdad, lo pasas bien.
Y vas guardando tus fotos bellas aparte, aquellas de las que te enamoras. Las guardas y las ves tú y solo tú. En su tamaño ideal, grande, espléndido. Las cuelgas en Instagram y… Bueno, la gente las ve pequeñitas que casi no pueden respirar, pero por lo menos las compartes.
Yo no sé si tú te presentas a los premios. Yo dejé de hacerlo cuando en uno me cobraron más de 50 dólares a cambio de participar con una serie de fotos y a cambio de una crítica profesional.
La verdad es que esa gente está bien organizada. Para ganar dinero a costa de nuestra vanidad. Con esos hay que ir con cuidado. La crítica me la brindó una persona sin experiencia, con mucha palabra hueca centrada en esa moda del arte conceptual donde no cabe la estética, el trabajo, el mensaje sentido, ya sabes, las emociones.
Que sí, ahora piensas que estoy enfadado como un niño pequeño al que no le gusta el helado que le han comprado. Créeme, no es así. He impartido conferencias de Fotografía en universidades, talleres en colegios, en centros culturales, he editado libros de Fotografía, he expuesto mis trabajos en galerías de arte en siete ocasiones. Sé de lo que hablo.
Al Concurso de Fotografía de Port Adriano 2018-19 me presenté porque me dio buen rollo. Bajo el tema “Yo disfruto, tú disfrutas”, di con una serie de fotos que podían ganar. Mnadé tres. Y lo conseguí con esta de aquí abajo.

Ahora, cuando enseño la foto en mi móvil, gracias a la excusa de haber ganado el premio, me encanta ver que la primera expresión de quien mira esta foto es una sonrisa.
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