Mira, da igual si tu hijo es solo uno o son unos cuantos, da igual si son niños, adolescentes o universitarios. Se trata de establecer unos lazos entre vosotros que, sinceramente, se descubren cuando os plantáis frente a mí y seguís mis indicaciones para estimular vuestra creatividad.

Los resultados son espectaculares.

Al aire libre o en vuestra casa, en el interior o en el jardín. No me dedico a colocaros y que simuléis una sonrisa, sino a estimularos para que entre vosotros surjan avenencias, que las miradas entre vosotros hablen por sí mismas.

Podemos ir al bosque con el sol colándose entre las ramas, podemos ir a una playa (a primerísima hora de la mañana, para no encontrarnos con nadie), podemos ir adonde más os guste.

Me encanta porque, cuando andamos avanzando en la sesión, todos os vais soltando, hasta aquellos que se ven “obligados” por el resto de la familia (al final son los que mejor se lo pasan). Sí, cuando los niños ya no son tan niños, las diferencias generacionales se marcan con mayor entusiasmo y es un encanto superar esa distancia y ver cómo volvéis “a ser uno”.

En la sesión podéis ser tres, con el peque que no ha cumplido ni un año. Podéis ser cuatro, cinco, seis. Las familias grandes son un reto que aseguro que a mí me deja agotadísimo, pero vosotros os lo pasáis en grande. Se trata de jugar, de interactuar entre vosotros, no de posar (aunque claro, no reniego de algún posado original).